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Bodegas Clunia: el aroma de los vinos penetrantes. Esta bodega con 20 años de antigüedad, pues nació a finales de los 90 nace con la idea de dar respuesta a un proyecto enológico. A un sueño y a una necesidad de elaborar unos vinos con la potencia de lo extremo, sin añadidos.
Unos vinos de una tierra con siglos de experiencia, una tierra árida, dura por su estructura, por su altura y por el clima que la baña.
En esas condiciones extremas encontró lugar el anhelo de esta bodega de elaborar unos vinos que hoy en el día son realidad palpable y gustosa de catar.
BODEGAS CLUNIA : el aroma de los vinos penetrantes
Los viñedos
Los viñedos de la bodega CLUNIA tienen una peculiaridad y es que se encuentran ubicados entre 900 y 1.100 metros de altura. En la provincia de Burgos, en la Comunidad de Castilla y León.
En estas tierras altas, pedregosas y ariscas, hace siglos que grandes civilizaciones encontraron un lugar donde asentarse y crecer.
CLUNIA, es una bodega que pertenece al grupo Príncipe de Viana y nace de un sueño: elaborar vinos de altísima calidad y marcado carácter en un clima hostil.
Vinos de una tierra con siglos de experiencia, una tierra árida y dura.
Los viñedos de esta bodega se comenzaron a plantar en los 90 cuando muy pocos creían en el potencial de este terruño único ubicado a alrededor de 1.000 metros de altitud sobre el nivel del mar.
La Tierra
A pesar de que la propiedad cuenta con, aproximadamente, 70 hectáreas en total, no todas se han plantado, según nos indican estos bodegueros “la mejor forma de conocer un terruño tan diferente es darle tiempo, no tener prisa”.
A día de hoy, cultivan solamente 20 hectáreas de Tempranillo, Syrah, Albillo, y Malbec, aunque está prevista la incorporación de nuevas plantaciones, lo que dará una cifra final de 32 hectáreas.
Todo esto hecho con calma y paciencia, con gran dedicación a la tierra y bajo rendimiento, como prueba su baja producción de 42.000 botellas anuales entre los tres vinos de Clunia.
A una gran altitud, y rodeadas de sierras que envían sus vientos sobre la Meseta, las viñas de esta bodega se esfuerzan por sobrevivir a las inclemencias del tiempo.
A los duros veranos, y los no menos extremos inviernos, a los marcados contrastes de temperatura entre el día y la noche.
Características de la Tierra
Arraigadas en un suelo calizo, con buen drenaje y presencia de arcillas, arenas, y rocas calizas que varían según la finca. Las viñas resisten las rigurosas heladas de este microclima, los gélidos vientos y el calor abrasador, buscando su sustento en las entrañas de la tierra.
Y así, cuando llega el otoño y el fin del período de maduración, las uvas reflejan su historia. El esfuerzo de la viña que las vio nacer, dando lugar a vinos de gran concentración aromática, frescura y estructura. Elegantes, vinos con cuerpo y taninos maduros.
Fabula de una finca de invasiones.
En el viñedo de esta bodega, el arado descubre la crónica de otro tiempo. Monedas y otros vestigios del asentamiento romano que un día habitó estas tierras donde hoy crecen los viñedos.
Se vendimia en pequeñas cestas, como hace más de dos siglos en estas mismas tierras de Burgos.
La historia de CORUÑA DEL CONDE, pequeño municipio en el que se sitúan la bodega y los viñedos de Clunia, está estrechamente ligada a la historia de Clunia Sulpicia.
En ambos lugares existían asentamientos celtíberos sobre los que después los romanos construyeron la ciudad estado de Clunia en el Alto de Castro.
Capital de convento en la provincia Tarraconense, a la que el emperador Galba denominó Colonia Clunia Sulpicia. Jugó un papel clave en la romanización del norte de España y en la Historia.
Se estima que su población llegó a ser de unos 32.000 habitantes, en la Hispania romana.
La naturaleza de la tierra
Todavía hoy se aprecia el esplendor de la colonia romana en los mosaicos y ruinas del foro.
Tiendas, casas, y anfiteatro romano que pueden visitarse y desde las cuales se perciben algunos de los viñedos de Clunia y nuestra pequeña bodega.
Desde el Alto de Castro, uno se da cuenta de que el gran valor de esta tierra es la naturaleza en su estado más puro y primitivo.
La vista se pierde en un amplio horizonte de campos y nubes. Sin apenas distinguir poblaciones ni la mano del hombre excepto en los campos de cereal y viña.
También, en Coruña del Conde, con su castillo, puente romano y pequeñas iglesias, en la cercana Peñaranda de Duero. Con sus palacios del siglo XVI y su castillo vigía, así como en Aranda de Duero, a apenas 20 minutos de distancia. El viajero puede ver siglos de historia y rica gastronomía típica castellana.
Articulo escrito por Ángel Marques de Avila.- periodista